Los monstruos también lloran

¡Estoy de vuelta! Y traigo conmigo una nueva historia, también traigo la solución para recuperar los Cuentos antes de Dormir casi en peligro de extinción. Os propongo un plan. ¿Un capítulo por noche?

 El pequeño Tommy descubre un misterioso libro, que su abuela esconde y protege con mucho ahínco. ¿Qué tiene de especial ese libro viejo? ¿Por qué su abuela lo protege de esa manera? ¿Quieres saber cómo acaba esta  aventura?Acompaña a Tommy y a su amigo Jack a través de este enigmático misterio. 



CAPÍTULO 1La puerta
-Buenas noches- dijo mi abuela- que descanses.
Mi abuela era una persona maravillosa, todas las noches me arropaba,  me daba las buenas noches, me besuqueaba y cerraba la puerta para protegerme de los monstruos. Aunque yo creo que el hecho de cerrar la puerta no ayuda demasiado a evitar a los monstruos. De hecho, yo creo que no hay nada que dé más curiosidad que algo cerrado. ¿O es que nunca has intentado abrir la caja que hay en la mesita de noche de tu madre? ¿O el cajón cerrado del armario del desván?. Como bien decía esa costumbre no me gustaba nada... Si un monstruo realmente quiere entrar a tu habitación a matarte de susto, estoy seguro de que una puerta cerrada no se lo va a impedir.

CAPÍTULO 2- La estantería 
Me pasé  toda la noche en vela vigilando que nadie ni nada abriera la puerta. A  las cinco de la mañana me levanté de la cama sigilosamente, intentando  no despertar a mi abuela. El suelo de madera de mi habitación crujía a cada paso que daba y el chirriante sonido resonaba por las paredes de toda la casa. Al fin llegué. Me planté delante de la inmensa estantería repleta de libros de mi abuela. Los libros estaban llenos de polvo y pedían a gritos que alguien abriera sus páginas. No tenía nada mejor que hacer, así que decidí que leer un libro era una buena opción para entretenerme. Yo solo tenía ocho años pero me encantaba leer. La enorme estantería de mi abuela era todo un mundo para mi, de allí había sacado las mejores aventuras, las comedias más divertidas e incluso alguna historia triste.

CAPÍTULO 3- El libro
Mis pies se desplazaban lenta y sigilosamente a lo largo de la estantería mientras mis dedos iban palpando los libros. Repentinamente me paré. Era como si ese libro que estaba tocando me atrajese, saqué el libro, era de color verdoso y a penas podía leer lo que ponía en su portada debido al polvo. Me dispuse a limpiarlo. Soplé con fuerza, y al fin leí en voz baja "La gran enciclopedia de los monstruos". Supuse que ese no era el libro indicado para  leer en una noche oscura en la que intentas huir de las horribles criaturas que acechan tu habitación. Pero por un motivo u otro acabé  por abrir las  páginas, sentarme en la cama y comenzar a leer. Lo había  escrito un hombre llamado Thomas Germinst, había varias páginas  que le mencionaban. Este era un hombre alemán, cuyo objetivo en la vida había sido perseguir, investigar y descubrir criaturas de las que nadie había oído hablar nunca. Él había viajado por todo el mundo y al parecer este era su diario de notas. No parecía un libro cualquiera. No tenía editorial, ni ningún dato sobre la publicación. Así que supuse que este era un ejemplar único. ¿Pero porque mi abuela tenía este extraño libro. Después de pensarlo un momento pasé las páginas y me adentré en el libro. Comenzaba así:
" Hoy 25 de septiembre de 1651, yo Thomas Germinst me dispongo a demostrar la existencia de aquellas criaturas tenebrosas que nos acechan, que nos rodean cada día y de los que muchos todavía ignoran su existencia. Pues bien, en este pequeño cuaderno de notas les iré contando paso a paso y con todo detalle la escalofriante ruta a lo largo del mundo, a la que pienso dedicar cada segundo de cada minuto de cada hora de mi vida"
No quería seguir leyendo pues sabía que acabaría sin dormir, pero había una especie de fuerza que me atraía y no pude parar de leer, hasta que por fin unos minutos más tarde acabé desplomándome sobre la almohada y cayendo en un sueño profundo.

CAPÍTULO 4- ¡Pillado!
La noche pasó volando y enseguida me despertó la dulce voz de mi abuela. La brillante luz que atravesaba las cortinas de mi habitación la iluminaba por completo. Mi abuela se acercó a la cama para ayudarme a levantarme, cogió las sábanas y las retiró, y para su sorpresa encontró el libro entre ellas:
- ¿Qué es esto Tommy?- Me preguntó curiosa- ¿Que estuviste haciendo anoche?- Por mucho que lo intentara disimular mi abuela era muy inteligente, de hecho, creo que es demasiado inteligente, a veces me planteó si es una bruja. A ella no le puedes mentir, pues siempre sabe la diferencia entre verdad y mentira. Siempre me he preguntado como lo hace, pero cuando le mientes ella lo detecta, te mira fijamente a los ojos y repite:
-¿Seguro Tomy?- Llegados a este punto decidí confesar, porque realmente no había hecho nada malo.
-Ah, ¿Ese libro?, nada. Esta noche estaba asustado y decidí leer un libro.
-¿Y tú crees que este libro te ayudaría a conciliar al sueño, Tomy?
-Bueno... esto...- No se me ocurría nada, no había manera de salir del callejón en el que me había metido yo solo, así que, en un último intento de escapar le traquilicé como pude.- Bueno...esto...es que fue el primer libro que encontré y... pues... Bueno estaba tan cansado que solo leí la introducción, así que tampoco sé de que va el libro. Solo sé que lo escribió Thomas Germinst, un investigador de monstruos.
-Bueno...me alegro de que no lo leyeras, no quiero que vuelvas a leer este libro, ¿Entendido Tommy?- Dicho esto mi abuela agarró el libro fuerte y se marchó cerrando la puerta de mi habitación. Mi abuela era una persona sin ninguna maldad. Tenía una voz suave, dulce y tranquila que te rozaba las mejillas y te acariciaba el pelo de una forma muy cariñosa, me parecía increíble que una voz te hiciera sentir tan dulce sentimiento. El caso es que nunca había visto esa faceta de mi abuela, mientras hablaba del libro su voz se aceleraba y subía una octava más aguda y mientras hablaba se enredaba el dedo índice en el delantal, delatando así que algo ocultaba. Ya expliqué antes que por un motivo o por otro las cosas prohibidas son las que más curiosidad dan y por supuesto no me iba a quedar sentado en mi cama mientras mi abuela escondía ese misterioso libro.

CAPITULO 5 Casita de campo
Me vestí tan rápido como pude y como mi abuela era ya mayor se desplazaba con unos movimientos lentos y tranquilos. Así que no fue difícil alcanzarla. Le seguía por detrás como si fuera su propia sombra, sigiloso y escurridizo. Mi abuela ni se percató de que le seguía, cuando empezó a bajar las escaleras del desván lo vi clarísimo, ya sabía donde iba a esconderlo así que me limité a irme a la cocina y preparar la mesa para que desayunar. Cuando mi abuela subió del desván yo estaba sentado en la mesa con mantel de cuadros amarillos, untando las tostadas con la deliciosa mermelada de los higos del jardín. Se sentó en la mesa y disfrutamos de un delicioso desayuno. Aunque realmente yo estaba más concentrado en idear un plan para coger el libro. Si de mi dependiera me habría levantado de la mesa para salir corriendo al desván, pero eso me habría delatado, así que decidí que cuando esa noche mi abuela se quedara profundamente dormida yo iría en busca del libro. Pero hasta ese momento el mundo no podía quedarse parado, sobre las diez de la mañana mi abuela me envió al pueblo para comprar una serie de cosas. Nuestra casita estaba a un par de kilómetros del pueblo. Era muy rural, las paredes exteriores estaban pintadas de un delicado color salmón y el tejado estaba recubierto por una inmensa enredadera, de la que todas las primaveras crecían unas impactantes flores blancas. Tenía una chimenea muy alta, hecha de ladrillos grises y en el patio central había una caminito de piedras que llegaba hasta la puerta que se conectaba con una valla pintada de blanco. Al lado de nuestra casa había otra que solo se habitaba en verano. Ahí venían de vez en cuando la familia Histzy. Me gustaba la compañía de los vecinos, ya que, su hijo menor, Jack, era uno de mis mejores amigos. En fin, esa mañana después del encargo de mi abuela, monté en mi bicicleta y puse rumbo al pueblo.

CAPITULO 6- Visita al pueblo
Era una maravilla montar en bici una mañana de junio. A pesar de que el sol caía como plomo sobre mi camisa de rayas, la suave brisa que pasaba, trasformaba el trayecto en un apasionante paseo en nube. De camino al mercado di un paseo aprovechando que estaba en el centro del pueblo. Haworth era un pueblo muy pequeño situado cerca de Leeds, eran las diez de la mañana y era la hora punta. Todo el mundo estaba en la calle. Pasé por el mercado y llegué a la plaza, en el centro de esta había una gran concentración de gente y me acerque´a ver lo que pasaba. En medio de toda esa multitud había un hombre, vestido con un traje con las costuras rotas, llevaba un sombrero de copa con una pluma gris. El hombre iba encorvado y tenía una nariz enorme. Me hice paso entre toda la multitud y llegué a la primera fila dónde pude escuchar y observar bien lo que pasaba:
-Buenos días señores, señoras, niños y niñas.-Dijo el hombre a voz en grito- Seguro, que ya habrán observado esta jaula- El hombre señaló a una caja tapada con una lona verde oscuro- Y también sé que están deseando ver lo que contiene en su interior- Era un hombre muy extraño, pero a pesar de todo consiguió captar mi atención- Bueno, pues por solo unas libras se lo enseñaré. Es verdad, disculpen, les daré una pista de lo que hay dentro, y así sabrá en qué buenísima causa van a gastar su dinero. En esta jaula está Rugiditos. Y se preguntarán quién es ese, pues Rugiditos es un animal increíble, que muy pocas veces tendrán la ocasión de ver. Bueno, dejemos las tonterías y pongámonos  manos a la obra.- El hombre se paseó alrededor de la gente con su sombrero de copa, y estos le iban echando dinero. Mi abuela más de una vez me había dicho que no gastara el dinero en tonterías, pero esto para mi no era una tontería. Así que cuando pasó por mi lado le metí el poco dinero que llevaba para la compra en su sombrero. No sabía si eso que iba a enseñar era un monstruo, pero si lo era seguro que tenía algo que ver con el libro.- Bueno y para prepararles para lo que van a ver a continuación, voy a comenzar con un truco sencillo- El hombre se metió la mano en el bolsillo, la agitó fuertemente, la abrió y de repente apareció ante nosotros una turbia nube de polvo azulado. Cuando el polvo se hubo esfumado el extraño mago había desaparecido y con él también nuestro dinero y la jaula. Debía haberme esperado que era un simple estafador. Aún confuso cogí mi bicicleta y recapacité el camino a casa.

CAPÍTULO 7- ¡Susto!
Cuando llegué a casa, mi abuela estaba metida en la cocina. Durante todo el trayecto en bicicleta ni siquiera había pensado en la bronca que me iba a caer por no traer la compra, pero cuando vi la silueta de mi abuela cubierta de harina con el horno abierto esperando la mermelada que se suponía, que yo tenía que traer, me di cuenta de que me había metido en un buen lío.
-Ven, acércate Tommy. Trae la mermelada, rápido, antes de que se vaya el calor del horno.- No tenía ninguna excusa, no había pensado ninguna historia que contarle. De repente me sentí muy culpable, sentí que la sangre se me congelaba por las venas. No sabía que hacer, las manos me temblaban y se me había puesto toda la piel de gallina. Miré a mi abuela otra vez, ella estaba inclinada hasta el fondo del horno y en ese momento la cabeza me empezó a dar vueltas. Estaba tan indeciso. ¿Cómo podía haber sido tan tonto?¿Cómo podía haber confiado en ese hombre?¿Cómo le podía haber dado el dinero de mi abuela? No sabía si era por la harina que inundaba el aire de la cocina o si era por todo el sol que me había dado en el paseo, pero me empecé a marear. Intenté aguantar la compostura pero hubo un momento que sentí que un inmenso agujero negro bajo mis pies me tragaba y caí al suelo desmayado. Mis ojos se cerraron y en ese instante sentí una paz absoluta, todo estaba en silencio, no había nada por lo que preocuparse. Estuve en un silencio absoluto durante unos minutos, pero de repente me despertó la voz de mi abuela:
-¡Tommy!¡Tommy! ¡Ay Dios mío! No me vuelvas a dar estos sustos.- Abrí los ojos lentamente y la miré. Ella me miraba con sus preciosos ojos grises, muy preocupada me cogió entre sus brazos y me abrazó muy fuerte mientras me susurraba al oído.- Gracias a Dios qué estás bien, Tommy.- Poco a poco los dos nos incorporamos del suelo y ella me acompañó a mi habitación, dónde me dejó durmiendo en la cama. Allí pude pensar un buen rato. Desde que encontré ese libro todo era más interesante. Hoy había sido un día de muchas emociones, y entonces recordé que aún quedaba lo mejor. Se me había olvidado por completo que esta noche iba a convertirme en un espía. Uno de esos espías que solo buscan el bien. Yo realmente buscaba el bien, porque si no encontraba ese libro no conseguiría centrarme en nada de lo que ocurriera a lo largo de ese verano. Así que durante esa larga siesta que me me eché tuve tiempo para meditar todo mi plan. Sobre las tres y media de la tarde me despertó mi abuela con una bandeja llena de galletas que desprendían un olor delicioso.
-Mira quién se ha despertado.- Dejó las galletas en mi regazo y ella se sentó en el borde de la cama- Te he traído unas galletitas, no tienen mermelada, pero seguro que están muy ricas.
-Gracias, abuela.- Dije con un hilito de voz.
-Sabes que no me voy a enfadar contigo, pero necesito una explicación. Necesito que me cuentes lo que te paso en el pueblo. Me has dejado muy preocupada, Tommy.- Yo estaba cansado y no me apetecía pensar una excusa, algo que por otra parte no me serviría de nada. Así que le conté toda la verdad. Ella escuchó pacientemente y luego me dio un besito en la frente y dijo:
- Bueno, ya hablaremos de ello mañana. Ahora come algo y descansa. Salió de mi habitación y cerró la puerta. Dejando mi habitación en silencio otra vez y solo se oía a los pajarillos cantar en el almendro de enfrente de mi ventana.

CAPÍTULO 8- Visita inesperada
Pasé toda la tarde durmiendo, comiendo galletas y observando los árboles por la ventana. Todo estaba muy tranquilo, pero, entonces escuché una bocina de un coche y la reconocí inmediatamente. Era el coche de los Hiszty. En ese instante me vino a la cabeza una imagen de Jack y yo por mi sótano en busca del libro. En un impulso me levanté de la cama revolviendo todas las sábanas y tirando al suelo la bandeja de plata dónde mi abuela hacía las galletas. Me quité el pijama a toda prisa y hurgué en el armario durante un rato. Al fin saqué unos pantalones vaqueros con un cinturón con hebilla dorada y cogí también una camisa de cuadros azules. Por último cogí una corbata negra, pero llevaba tanta prisa que hice un nudo extraño y salí corriendo de la habitación. Di un portazo y bajé las escaleras de dos en dos y los últimos tres peldaños los bajé en un salto. Ojeé la planta baja, pero mi abuela no estaba allí, así que salí al jardín. El coche de los Hiszty estaba aparcando y por la ventana de los asientos de atrás asomaba una mano que se agitaba con emoción y desde dentro se oían gritos que decían:

-¡Tommy! ¡Tommy! ¡Hola, ya estoy aquí!- Ese era Jack. Jack era un niño con una familia rica y poderosa, al contrario que yo. Él se había criado en mil lugares diferentes, desde elegantes colegios muy lujosos hasta en casas tan grandes que incluso algunas tenían piscina propia. Los Hiszty tenían decenas de casas repartidas por todo el mundo y una de ellas estaba al lado de la mía, eso era genial. Actualmente su familia residía en el centro de Londres. Su madre era una importante redactora del periódico INAW (también conocido como Interesting News Around the World) y ganaba muchísimo dinero. Su padre era un abogado muy reconocido en todo Londres aparte de ser, por supuesto, un hombre muy elegante y serio. Jack tenía una hermana pequeña un par de años menor que él, ella se llamaba Allysa. Allysa no era mala niña pero siempre nos interrumpía a Jack y a mí en nuestros planes secretos, cosa que nos molesta muchísimo y que a días de hoy me preocupa.
Jack y yo tenemos un refugio secreto que Allysa nunca llegó a descubrir. Es una pequeña casa abandonada internada en el bosque de detrás de mi casa. Siempre que podíamos nos escapábamos allí. Aunque estaba bien escondida era bastante fácil de llegar porque había un pequeño sendero de piedras. Bueno en cualquier caso siempre lo paso muy bien con Jack, no solo porque tenga los últimos juguetes del mercado, sino porque él es un niño muy travieso y divertido, los dos congeniamos muy bien. Por eso en cuanto vi su primer pie apoyado en el suelo no dudé que debía decirle lo de mi plan. En ese momento salió mi abuela de nuestra casa. Se quedó parada un momento y me miró, extrañada de verme ahí fuera me preguntó:
-¿Tommy? Pensaba que te encontrabas mal.
- Sí, hace un rato me encontraba mal. Pero... ¡tus galletas son maravillosas!
- Emmm...bueno me alegro de que estés mejor. Ve a saludar a Jack y a su familia.- Mi abuela y yo nos acercamos a su coche le ayudamos a bajar las maletas y después mi abuela se puso a hablar con sus padres y yo con Jack.

-¡Guau!¡Que bonito está todo aquí! ¿No está todo precioso? He traído el nuevo TX5-Dinoguay, es una chulada. ¡Oooooooh!¡Mira esa flor! Es un peluche dinosaurio que habla. Bueno...¿A qué jugamos?- Jack hablaba a toda velocidad y apenas pronunciaba mientras daba vueltas de un lado para otro de su jardín.
-Jack, me alegro que estés aquí.- Le dije cogiéndole de los hombros y mirándole fijamente a los ojos.- Y me alegro también de que hayas traído nuevos juguetes...pero te tengo que contar una cosa. Tenemos que hacer algo.- Yo estaba nervioso, tenía miedo de que alguien me oyese.
-Tommy, ¿estás bien?- Jack preguntó curioso al ver mi extraño comportamiento.
- Sí, si. Jack estoy bien...bueno no, yo...en realidad...¡Tienes que venirte esta noche a mi casa!
- Uuuuuuuu... ¡Fiesta de pijamas!
- Si,si,si...muy buena idea.- Jack era un niño muy despistado, cosa que a veces me ponía de los nervios.

CAPÍTULO 9- Fiesta de pijamas
Mientras perfeccionábamos los detalles de como convencerlos se acercó Allysa.
-Hola Tommy. Menos mal que hemos llegado, mi hermano no paraba de hablar de ti. Me ha puesto la cabeza como un melón durante todo el viaje. Que si Tommy tendrá preparada alguna aventura, que si Tommy estará en casa, que si Tommy, que si Tommy...- Allysa se paró un instante y soltó un profundo suspiro.- ¡Aaaaaaahg! Bueno en fin me alegro de que por fin estéis juntitos.
-Gracias, Allysa.- Me sorprendió el comportamiento de Allysa, que normalmente solía comportarse de una forma muy infantil, pero yo en el fondo seguí sospechando de ella. Finalmente mi abuela terminó de hablar con los padres de Tommy y entonces comenzó nuestro plan. Soltamos nuestra idea como si lanzáramos una bomba al vacío, y sin darme cuenta les convencimos. Me pareció increíble que funcionara. Pero supongo que por una vez la suerte estaba de mi parte.
Entramos a casa y Jack se instaló mientras mi abuela preparaba la cena. Supe que ese era el momento adecuado de contarle todo lo ocurrido. Narré mi historia con todo detalle y cuando acabé miré a Jack con los ojos muy abiertos esperando una respuesta, pero él estaba clavado en la alfombra de mi habitación, en frente mío. Tenía una expresión seria pero sus cejas indicaban sorpresa, al fin dijo:
-Un...libro ¿Esa es tu aventura?- Jack se rió para sus adentros y mientras suspiraba de una manera sarcástica completó su frase.- Tommy, si que estabas aburrido sin mi.- Y siguió riéndose, cosa que me molestó muchísimo, porque para mí era un asunto de total seriedad.
-Si te vas a reír de mí, ahí está la puerta...y si no vas a colaborar...ahí está tu casa- Le dije mientras señalaba colérico a la ventana.
-Perdón, Tom. Yo...pensaba que era una broma y...
-Pues no es broma -Dije mientras le cortaba la frase- Ahora antes de decidir lo que hacemos tengo q preguntarte una cosa, ¿Piensas colaborar?
-Sí, por supuesto. -Dijo Jack  muy serio. Le miré y esbocé una media sonrisa.
-Bien, entonces manos a la obra.- Pasamos lo que quedó de tarde dibujando planos de la casa, de dónde podía estar el libro y lo pasamos muy bien. Cenamos junto con mi abuela y luego subimos a mi habitación de nuevo. Nos pusimos el pijama y nos metimos en la cama. Pasamos un buen rato metidos bajo las sábanas de mi cama ojeando nuestros planos mientras esperábamos el momento oportuno para bajar, pero a Jack no le gustaba esperar
-¿Tom? ¿Ya? ¿Bajamos ya?- Dijo Jack en susurros.
-¿Estás loco? Solo son las diez.
-Ya, pero parece que tu abuela se a ido a dormir. No se oyen ruidos.
-Dudo que se haya ido a dormir, suele quedarse en la terraza tejiendo hasta muy tarde.
-¿Muy tarde? Tom...ya sabes que si no duermo bien mañana no estaré de buen humor.-Paré para coger aire y pensar una respuesta
-Jack...tu querías aventura. ¿No es así?
-Si pero...
-Pues si querías aventura, aquí la tienes.-Dije cortante.
-¡Shhh! Calla.
-No, Jack, es la verdad, si querías avent...
-Enserio, Tommy, creo que viene tu abuela. ¡Hazte el dormido! ¡Rápido!- Por una vez Jack tenía razón. La puerta de mi habitación se entornó con un estrepitoso chirrido. Y mi abuela asomó la cabeza por el hueco que quedaba. Observó toda la habitación y volvió a cerrar la puerta con otro chirrido. La habitación volvió a quedar en silencio y solo se oían los pasos de mi abuela alejándose y las angustiadas respiraciones de Jack.

CAPÍTULO 10- Acción
 Cuando estuvimos seguros de que mi abuela estaba ya lejos, salimos de debajo de las sábanas. Aún así seguimos sin decir nada. Simplemente nos miramos, nos miramos de esa forma tan especial, y leímos las palabras en los ojos del otro. Yo asentí con la cabeza y los dos bajamos de la cama sigilosos. Me acerqué prudente a la puerta y la entorné lo suficiente como para asomar la cabeza. Todo estaba silencioso y en los pasillos reinaba una espeluznante oscuridad. Jack me agarró el brazo, y apretó con fuerza. Me volví y le agarré la mano suavemente, podría hacerme el héroe, pero sinceramente yo tenía tanto miedo como él. Agarrados de la mano caminamos a lo largo de los estrechos pasillos del piso superior, bajamos las escaleras cuidadosos. Cada paso que dábamos sentíamos como la oscuridad nos invadía por dentro y nos impedía volver atrás, estábamos poco a poco más cerca y en un par de pasos nos paramos, todavía cogidos de la mano, en frente de la anticuada puerta del desván. Nos volvimos a mirar y con un profundo suspiro alargué el brazo hacia el pomo de la puerta. Lo giré, pero la puerta no cedió, lo volví a intentar pero fue en vano. Estaba cerrada con llave. Me eché las manos a la frente. ¿Cómo no se nos había ocurrido? Creo que nunca en mi vida he entrado a ese desván, al principio pensaba que era porque era muy viejo y estaba lleno de chatarra, pero quizá esta casa oculte algo de más peso que unos simples trastos oxidados. En cualquier caso eran más de las doce, yo habría estado dispuesto a pasar toda la noche buscando esa llave, pero Jack se caía de sueño. Volvimos a mi habitación y mi amigo cayó dormido a la primera, pero en cambio, yo no dormí en toda la noche. 

CAPÍTULO 11-

Pasé toda la noche mirando al techo y pensando dónde podía estar la llave, pero cuanto más pensaba más me daba cuenta de que nunca la encontraría. Jack ya estaba despierto, miraba pensativo por la ventana. Yo empezaba a cerrar los ojos por el cansancio cuando Jack se puso a chillar:

-¡Tom!¡Tom! Despierta, ven a ver esto rápido.- Yo, sobresaltado bajé de la cama y me asomé por la ventana.
-¿Qué pasa? No veo nada.
-Tom, había una persona en bici. Iba hacia nuestra cabaña. Llevaba una capucha negra, no le he podido ver bien.- Jack me cogió de la mano y me arrastró hacia el la otra punta de la casa, allí había otra ventana desde la que se veía perfectamente el camino a la cabaña. Y en efecto, pudimos ver de refilón la sombra de una bici y una figura encapuchada. Sin dudarlo bajamos las escaleras, y aún en pijama, cogimos las bicis y salimos por el camino de detrás de mi casa. Jack iba delante de mí y me indicaba el camino que seguía nuestra sombra misteriosa, aunque no era muy difícil de deducir, porque iba justo en dirección a nuestro refugio secreto.
-Vamos, Tom. Se está adelantando.- Pedaleé todo lo rápido que pude pero el camino estaba embarrado y era difícil mantener la velocidad de la misteriosa sombra, que al parecer tenía mucha práctica. La sombra hizo un derrape en una curva muy pronunciada del camino, Jack intentó imitarla pero solo consiguió caer de bruces en un enorme charco de barro y así caí yo detrás de él. Nos levantamos completamente cubiertos de lodo, nuestras bicis estaban manchadas así que las levantamos y nos pusimos a arrastrarlas de camino a la cabaña. La cabaña no estaba mucho más lejos ,así que, no tardamos mas de un par de minutos en llegar.


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